Poemas seleccionados de nuestras lecturas de la colección de poesía para niños (o primeros lectores) de la colección Alba y Mayo de Ediciones de la Torre que tenemos en nuestra biblioteca.
La Navidad preferida
La Eugenia mejor
2014
Barcarola
El mar con sus ondas mece
Yo me llamaba Reyes…
En el muro de pie, pienso en las leyes
que la dicha y la angustia van trocando:
ya en las viudas pupilas de los bueyes
se pudren sueños qué no tienen cuándo.
La aldea, ante su paso, se reviste
de un rudo gris, en que un mugir de vaca
se aceita en sueño y emoción de huaca.
Bordas de hielo
Poemas de CÉSAR VALLEJO seleccionados por Claudia Núñez
Viento de noche
El viento es un can sin dueño,
que lame la noche inmensa.
La noche no tiene sueño.
Y el hombre, entre sueños, piensa.
Y el hombre sueña, dormido,
que el viento es un can sin dueño,
que aúlla a sus pies tendido
para lamerle el ensueño.
Y aun no ha sonado la hora.
La noche no tiene sueño:
¡alerta, la veladora!
La fuente grande o de las lágrimas
A Federico García Lorca
Ay, fuente de las lágrimas,
ay, campos de Alfacar, tierras de Víznar.
El viento de la noche,
¿por qué os lleva la arena, y no la sangre?
¿por qué entrecorta el agua cual mi llanto?
No le digáis al alba vuestro luto,
no le quebréis al día su esperanza
de nardo y verde sombra;
pero en la noche aguda,
sesgada por el dalle de los vientos
que no olvidan, llorad, llorad conmigo.
Llora, tú, fuente grande,
ay, fuente de las lágrimas.
Y sed ya para siempre mar salobre,
oh campos de Alfacar, tierras de Víznar.
Caerá toda de arriba
a besarme, a envolverme
de bendición, de claro, de amor, pura.
En el cuarto ella y yo no más, amantes
eternos, ella mi iluminadora
musa dócil en contra
de secretos en masa de la noche
-afuera-
descifraremos formas leves, signos,
perseguidos en mares de blancura
por mí, por ella, artificial princesa,
amada eléctrica.
LA VIDA cabe en un cuento.
LA VERDAD de las palabras
2015
El aburrimiento
(Poema escénico)
Me aburro.
Me aburro.
Me aburro.
¡Cómo en Roma me aburro!
Más que nunca me aburro.
Estoy muy aburrido.
¡Qué aburrido estoy!
Quiero decir de todas las maneras
lo aburrido que estoy.
Todos ven en mi cara mi gran aburrimiento.
Innegable, señor.
Es indisimulable.
¿Está usted aburrido?
Me parece que está usted aburrido.
Dígame, ¿adónde va tan aburrido?
¿Que usted va a las iglesias con ese aburrimiento?
No es posible, señor; que vaya a las iglesias
con ese aburrimiento.
¿Que a los museos –dice—siendo tan aburrido?
¿Quién no siente en mi andar lo aburrido que estoy?
¡Qué aire de aburrimiento!
Lo aburrido que estoy.
Y sin embargo… ¡Oooh!
He pisado una caca…
Acabo de pisar --¡Santo Dios!—una caca…
Dicen que trae suerte el pisar una caca…
Que trae mucha suerte el pisar una caca…
¿Suerte, señores, suerte?
¿La suerte… la… la suerte?
Estoy pegado al suelo.
No puedo caminar.
Ahora sí que ya nunca volveré a caminar.
Me aburro, ay, me aburro.
Más que nunca me aburro.
Muero de aburrimiento.
No hablo más…
Me morí.
Marinero
en tierra
El
mar. La mar.
El mar. ¡Sólo la mar!
¿Por qué
me trajiste, padre,
a la ciudad?
¿Por qué me desenterraste
del mar?
En sueños, la marejada
me tira del corazón.
Se lo quisiera llevar.
Padre, ¿por qué me trajiste
acá?
Dondiego
sin don
Dondiego
no tiene don.
Don.
Don dondiego
de nieve y de fuego.
Don, din, don,
que no tienes don.
Ábrete de noche,
ciérrate de día
cuida no te corte
quien te cortaría,
pues no tienes don.
Don dondiego,
que al sol estás ciego.
Don, din, don,
que no tienes don.
Poemas de Rafael Alberti seleccionados por
Elena Arriola
oo OO oo
Mendiga
en atrio románico
(COMPOSTELA)
Una vieja
llama y pide:
ruega.
Nadie escucha.
Sólo el agua
suena.
Agua impura
que se escurre
ciega.
Agua muda
o agua ronca.
Besa
lo que duerme
o lo que sigue:
tierra.
Una sombra,
una pisada.
Piedra.
Piedra o siglos,
siglos lentos.
¡Ea!
Alguien
te pregunta
-lo estoy escuchando-:
¿Qué Navidad amas?
Aves
grandes vuelan
con picos oscuros,
con alas nevadas.
Navidad
querida
junto a la ribera
de mi mar de Málaga.
Niño,
sol y conchas.
Y un girar de espumas
en la arena plácida.
La
verdad vivía.
Nadie diga nunca:
la verdad se engaña.
La
niñez sabía
con sabiduría
de cabeza blanca.
¡Oh,
montañas puras
de corcho! y ¡oh, estrellas
de papel de plata!
La
mano del niño
sapiente, un instante
del vidrio hacía agua.
Y
mágicamente
descorría nubes
de algodón en rama.
Mano
gigantesca
que en el "Nacimiento"
sin temblar tocaba,
transformaba,
hacía,
construía; un día
fuerte derribaba.
El
niño salía
después a la mar.
Desnudo, rodaba.
El
niño murió (Nana en la selva)
¿Quién sufre?
Pasé de prisa. ¿Quién se queja? Y me detuve. La choza estaba oscura. Y la voz: "¿Quién te quiere a ti, corzo mío?" Pero el niño no se callaba. "Rey de la selva viva, rey mío". Y el niño seguía llorando. El amuleto; el lamento: la madre canta. Canta muy dulcemente. El niñito llora. Huele a sándalo triste. Mano que mece a un niño. Canta. ¿Quién sueña? El lamento largo no cesa. Dura más que la vida. El niñito calla. Canta la madre. Más allá de la vida canta la madre. Duerme la selva. |
Poemas de Vicente Aleixandre seleccionados
por Estheisy Fernández
oo OO oo
Calatañazor
Azor,
Calatañazor,
juguete.
Tu puerta, ojiva menor,
es tan estrecha,
que no entra un moro, jinete,
y a pie no cabe una flecha.
Descabalga,
Almanzor.
Huye presto.
Por
la barranca brava,
ay, y cómo rodaba,
juguete,
el atambor.
Niños
nuestros
Estos niños que nos miran,
cuando nos miran ¿qué ven?
Nuestros ojos son anteojos
para mirar a través.
A través de nuestras niñas
ven los mundos de la fe.
Y hay que tenerlas muy limpias
para dejárselos ver
a estos niños que nos miran,
niños nuestros, nuestro bien.
El
gato
El
gato. Siempre hubo un gato
que
era el gato, el gato eterno,
la
gracia de un garabato,
la
luz de un maullido tierno.
El
garo era Persia, Egipto,
magnetismo,
dinastía,
la
selva, el tigre conscripto
a
soñar filosofía,
a
coser -tan siderales-
sus
ojos en sus ojales.
Poemas de Gerardo Diego seleccionados por
Raúl Hervás
ooOOoo
Eugenia
Con
un solo impulso
eres
pura gracia
de
palabra y niña.
Eugenia:
vas hacia
ya
desde este albor.
Gula
Solteronas
Tan
feúchas
Y
glotonas
Son
las huchas
De
virtudes.
Miss
Gertrudis,
Siempre
en flor:
¿Mesa
intensa
Te
compensa
Tu
no-amor?
Ardilla
Florón
de cola
Grande
riza la ardilla:
Nunca
está sola.
Curva
de alarma,
La
ardilla mira en torno.
Fuga,
buen arma.
Muy
vigilante,
La
ardilla se detiene.
Tiembla
al instante.
Perro
amenaza.
Desde
el árbol la ardilla
Dirige
la caza.
Cáscara
en mano.
El
hocico se aguza.
Hondo
verano”.
Poemas de Jorge Guillén seleccionados por
María de las Heras
oo OO oo
Barcarola
El mar
con sus ondas mece
la
barca, mece
la
barca junto a la costa
brava,
la mece
el
mar.
Del
hondo cielo la noche
cae,
la noche
con
su gran velo flotando
cae
la noche
al
mar!
El Caribe
En el acuario del Gran
Zoo,
nada el Caribe.
Este animal
marítimo y enigmático
tiene una cresta de cristal,
el lomo azul, la cola verde,
vientre de compacto coral,
grises aletas de ciclón.
En el acuario, esta inscripción:
«Cuidado: muerde».
Nieve
Como la nieve cae aquí,
nieva también dentro de mí.
(Verlaine con nieve, ¿no es así?)
De ti me acuerdo —ya sin ti.
¿A qué llorar, me digo yo,
por quien no llora ni lloró?
Si estuve escrito, me borró,
si ardí un instante, me apagó.
Caiga la nieve, está muy bien.
Mas no por eso va Guillén
a entristecerse si no hay quien
del mismo mal muera también.
Literatura, en realidad,
nimia de toda nimiedad.
¿Que está nevando en la ciudad?
Al fin y al cabo es la verdad.
Poemas de Nicolás Guillén seleccionados por Lucía Ruiz de León
oo OO oo
Los que no danzan
Una niña que es
inválida
dijo: ?«¿Cómo danzo yo?»
Le dijimos que pusiera
a danzar su corazón...
Luego dijo la quebrada:
«¿Cómo cantaría yo?»
Le dijimos que pusiera
a cantar su corazón...
Dijo el pobre cardo muerto:
«¿Cómo danzaría yo?»
Le dijimos: ?«Pon al viento
a volar tu corazón...»
Dijo Dios desde la altura:
«¿Cómo bajo del azul?»
Le dijimos que bajara
a danzarnos en la luz.
Todo el valle está danzando
en un corro bajo el sol,
y al que no entra se le hace
tierra, tierra el corazón.
Me tuviste
Duérmete, mi niño,
duérmete sonriendo,
que es la ronda de astros
quien te va meciendo.
Gozaste la luz
y fuiste feliz.
Todo bien tuviste
al tenerme a mí.
Duérmete, mi niño,
duérmete sonriendo,
que es la Tierra
amante
quien te va meciendo.
Miraste la ardiente
rosa carmesí.
Estrechaste al mundo:
me estrechaste a mí.
Duérmete, mi niño,
duérmete sonriendo,
que es Dios en la sombra
el que va meciendo.
Miedo
Yo no quiero que a mi
niña
golondrina me la vuelvan;
se hunde volando en el Cielo
y no baja hasta mi estera;
en el alero hace el nido
y mis manos no la peinan.
Yo no quiero que a mi niña
golondrina me la vuelvan.
Yo no quiero que a mi niña
la vayan a hacer princesa.
Con zapatitos de oro
¿cómo juega en las praderas?
Y cuando llegue la noche
a mi lado no se acuesta...
Yo no quiero que a mi niña
la vayan a hacer princesa.
Y menos quiero que un día
me la vayan a hacer reina.
La subirían al trono
a donde mis pies no llegan.
Cuando viniese la noche
yo no podría mecerla...
¡Yo no quiero que a mi niña
me la vayan a hacer reina!
Poemas de Gabriela Mistral seleccionados por Édily Portorreal
XLIV
SABRÁS que no te amo y que
te amo
puesto que de dos modos es la vida,
la palabra es un ala del silencio,
el fuego tiene una mitad de frío.
Yo te amo para comenzar a
amarte,
para recomenzar el infinito
y para no dejar de amarte nunca:
por eso no te amo todavía.
Te amo y no te amo como si
tuviera
en mis manos las llaves de la dicha
y un incierto destino desdichado.
Mi amor tiene dos vidas
para amarte.
Por eso te amo cuando no te amo
y por eso te amo cuando te amo.
Farewell
y los sollozos
1
Desde el fondo de ti, y
arrodillado,
un niño triste, como yo, nos mira.
Por esa vida que arderá en sus venas
tendrían que amarrarse nuestras vidas.
Por esas manos, hijas de tus manos,
tendrían que matar las manos mías.
Por sus ojos abiertos en la tierra
veré en los tuyos lágrimas un día.
2
Yo no lo quiero, Amada.
Para que nada nos amarre
que no nos una nada.
Ni la palabra que aromó tu boca,
ni lo que no dijeron las palabras.
Ni la fiesta de amor que no tuvimos,
ni tus sollozos junto a la ventana.
Poemas de Pablo Neruda seleccionados por Francisco José Moya, el
segundo también por Francisco José Puertas
La pobreza
Ay no quieres,
te asusta
la pobreza,
no quieres
ir con zapatos rotos al
mercado
y volver con el viejo
vestido.
Amor, no amamos,
como quieren los ricos,
la miseria. Nosotros
la extirparemos como
diente maligno
que hasta ahora ha mordido
el corazón del hombre.
Pero no quiero
que la temas.
Si llega por mi culpa a tu
morada,
si la pobreza expulsa
tus zapatos dorados,
que no expulse tu risa que
es el pan de mi vida.
Si no puedes pagar el
alquiler
sal al trabajo con paso
orgulloso,
y piensa, amor, que yo te
estoy mirando
y somos juntos la mayor
riqueza
que jamás se reunió sobre
la tierra.
Farewell
y los sollozos
3
(Amo el amor de los
marineros
que besan y se van.
Dejan una promesa.
No vuelven nunca más.
En cada puerto una mujer espera:
los marineros besan y se van.
Una noche se acuestan con la muerte
en el lecho del mar.)
Poemas de Pablo Neruda seleccionados por Francisco José Puertas
oo OO oo
Canción veinte
Última hoja del otoño,
pensamiento de España.
¿Tierra tan vieja que
no ha lugar a la
esperanza?
Última hoja color
de cobre, oxidada.
Tierra de rabia, roja
semilla de la esperanza.
Medio día del mundo.
Cielo azul de España.
Canción cinco
Por los puentes de Zamora,
sola y lenta, iba mi alma.
No por el puente de hierro,
el de piedra es el que amaba.
A ratos miraba al cielo,
a ratos miraba al agua.
Por los puentes de Zamora,
sola y lenta, iba mi alma.
Biografía
Libros
reunidos, palabra
de honor,
sílaba
hilada letra a letra,
ritmo
mordido,
nudo
de mis días
sobre la tierra, relámpago
atravesando el corazón de España.
Poemas de Blas de Otero seleccionados por
Cristhian Uribarri
oo OO
oo
Compañero, compañero
—Compañero, compañero,
casóse mi linda amiga;
casóse con un villano,
que es lo que más me dolía.
Irme quiero a tornar moro
allende la morería;
cristiano que allá pasare
yo le quitaré la vida.
—No lo hagas, compañero
no lo hagas por tu vida;
de tres hermanas que tengo
darte he yo la más garrida,
si la quieres por mujer,
si la quieres por amiga.
—Ni la quiero por mujer,
ni la quiero por amiga,
pues que no pude gozar
de aquella que más quería.
Romance del prisionero
Que por mayo era, por
mayo,
cuando hace la calor,
cuando los trigos encañan
y están los campos en flor,
cuando canta la calandria
y responde el ruiseñor,
cuando los enamorados
van a servir al amor;
sino yo, triste, cuitado,
que vivo en esta prisión;
que ni sé cuándo es de día
ni cuándo las noches son,
sino por una avecilla
que me cantaba el albor.
Matómela un ballestero;
déle Dios mal galardón.
Romance
del alcaide de Alhama
|
||||
el de la barba vellida,
|
||||
el rey os manda prender
|
||||
porque Alhama era
perdida.
|
||||
-Si el rey me manda
prender
|
5
|
|||
porque Alhama se perdía,
|
||||
el rey lo puede hacer,
|
||||
mas yo nada le debía,
|
||||
porque yo era ido a
Ronda
|
||||
a bodas de una mi prima;
|
10
|
|||
yo dejé cobro en Alhama
|
||||
el mejor que yo podía.
|
||||
Si el rey perdió su
ciudad,
|
||||
yo perdí cuanto tenía:
|
||||
perdí mi mujer y hijos,
|
15
|
|||
las cosas que más
quería.
|
Romances anónimos seleccionados por Álvaro Ruiz
Un español habla de su
tierra
Las playas, parameras
Al rubio sol durmiendo,
Los oteros, las vegas
En paz, a solas, lejos;
Los castillos, ermitas,
Cortijos y conventos,
La vida con la historia,
Tan dulces al recuerdo,
Ellos, los vencedores
Caínes sempiternos,
De todo me arrancaron.
Me dejan el destierro.
Una mano divina
Tu tierra alzó en mi cuerpo
y allí la voz dispuso
Que hablase tu silencio.
Contigo solo estaba,
En ti sola creyendo;
Pensar tu nombre ahora
Envenena mis sueños.
Amargos son los días
De la vida, viviendo
Sólo una larga espera
A fuerza de recuerdos.
Un día, tú ya libre
De la mentira de ellos,
Me buscarás. Entonces
¿Qué ha de decir un muerto?
Al rubio sol durmiendo,
Los oteros, las vegas
En paz, a solas, lejos;
Los castillos, ermitas,
Cortijos y conventos,
La vida con la historia,
Tan dulces al recuerdo,
Ellos, los vencedores
Caínes sempiternos,
De todo me arrancaron.
Me dejan el destierro.
Una mano divina
Tu tierra alzó en mi cuerpo
y allí la voz dispuso
Que hablase tu silencio.
Contigo solo estaba,
En ti sola creyendo;
Pensar tu nombre ahora
Envenena mis sueños.
Amargos son los días
De la vida, viviendo
Sólo una larga espera
A fuerza de recuerdos.
Un día, tú ya libre
De la mentira de ellos,
Me buscarás. Entonces
¿Qué ha de decir un muerto?
XXIII
Escondido en los muros
Este jardín me brinda
Sus ramas y sus aguas
De secreta delicia.
Qué silencio. ¿Es así
El mundo?... Cruz al cielo
Desfilando paisajes,
Risueño hacia lo lejos.
Tierra indolente. En vano
Resplandece el destino.
Junto a las aguas quietas
Sueño y pienso que vivo.
Mas el tiempo ya tasa
El poder de esta hora;
Madura su medida,
Escapa entre sus rosas.
Y el aire fresco vuelve
Con la noche cercana,
Su tersura olvidando
Las ramas y las aguas.
Este jardín me brinda
Sus ramas y sus aguas
De secreta delicia.
Qué silencio. ¿Es así
El mundo?... Cruz al cielo
Desfilando paisajes,
Risueño hacia lo lejos.
Tierra indolente. En vano
Resplandece el destino.
Junto a las aguas quietas
Sueño y pienso que vivo.
Mas el tiempo ya tasa
El poder de esta hora;
Madura su medida,
Escapa entre sus rosas.
Y el aire fresco vuelve
Con la noche cercana,
Su tersura olvidando
Las ramas y las aguas.
Primeras
poesías
(1924-1927)
Va la brisa reciente
Por el espacio esbelta,
Y en las hojas cantando
Abre una primavera.
Por el espacio esbelta,
Y en las hojas cantando
Abre una primavera.
Sobre el límpido
abismo
Del cielo se divisan,
Como dichas primeras,
Primeras golondrinas.
Del cielo se divisan,
Como dichas primeras,
Primeras golondrinas.
Tan sólo un árbol
turba
La distancia que duerme,
Así el fervor alerta
La indolencia presente.
La distancia que duerme,
Así el fervor alerta
La indolencia presente.
Verdes están las
hojas,
El crepúsculo huye.
Anegándose en sombra
Las fugitivas luces.
El crepúsculo huye.
Anegándose en sombra
Las fugitivas luces.
En su paz la ventana
Restituye a diario
Las estrellas, el aire
Y el que estaba soñando.
Restituye a diario
Las estrellas, el aire
Y el que estaba soñando.
Poemas de LUIS CERNUDA seleccionados por Chakib
Attaba
¡Qué
mundo tan feliz!
Queridos muchachitos,
me llamo Colibrí;
Mi amiga es Azucena,
y mi amiga Jazmín.
La vida empieza ahora,
¡qué alegre es el vivir!
¿Tocas la pandereta?
Yo toco el cornetín.
En Cuba un mundo nace,
un mundo libre al fin.
Un mundo sin esclavos…
¡Qué mundo tan feliz!
Nieve
Como la
nieve cae aquí,
nieva también dentro de mí.
(Verlaine con nieve, ¿no es así?)
De ti me acuerdo —ya sin ti.
nieva también dentro de mí.
(Verlaine con nieve, ¿no es así?)
De ti me acuerdo —ya sin ti.
¿A qué
llorar, me digo yo,
por quien no llora ni lloró?
Si estuve escrito, me borró,
si ardí un instante, me apagó.
por quien no llora ni lloró?
Si estuve escrito, me borró,
si ardí un instante, me apagó.
Caiga la
nieve, está muy bien.
Mas no por eso va Guillén
a entristecerse si no hay quien
del mismo mal muera también.
Mas no por eso va Guillén
a entristecerse si no hay quien
del mismo mal muera también.
Literatura,
en realidad,
nimia de toda nimiedad.
¿Que está nevando en la ciudad?
Al fin y al cabo es la verdad.
nimia de toda nimiedad.
¿Que está nevando en la ciudad?
Al fin y al cabo es la verdad.
Barcarola
El mar con sus ondas mece
la barca,
mece
la barca
junto a la costa
brava, la
mece
el
mar.
Del hondo
cielo la noche
cae, la
noche
con su
gran velo flotando
cae la
noche
al mar!
Poemas de NICOLÁS GUILLÉN seleccionados por Rubén
García
Ángela adónica
Hoy me he
tendido junto a una joven pura
como a la orilla de un océano blanco,
como en el centro de una ardiente estrella
de lento espacio.
De su mirada largamente verde
la luz caía como un agua seca,
en transparentes y profundos círculos
de fresca fuerza.
Su pecho como un fuego de dos llamas
ardía en dos regiones levantado,
y en doble río llegaba a sus pies,
grandes y claros.
Un clima de oro maduraba apenas
las diurnas longitudes de su cuerpo
llenándolo de frutas extendidas
y oculto fuego.
como a la orilla de un océano blanco,
como en el centro de una ardiente estrella
de lento espacio.
De su mirada largamente verde
la luz caía como un agua seca,
en transparentes y profundos círculos
de fresca fuerza.
Su pecho como un fuego de dos llamas
ardía en dos regiones levantado,
y en doble río llegaba a sus pies,
grandes y claros.
Un clima de oro maduraba apenas
las diurnas longitudes de su cuerpo
llenándolo de frutas extendidas
y oculto fuego.
La tortuga
La tortuga
que
anduvo
tanto tiempo
y tanto vio
con
sus
antiguos
ojos,
la tortuga
que comió
aceitunas
del más profundo
mar,
la tortuga que nadó
siete siglos
y conoció
siete
mil
primaveras,
la tortuga
blindada
contra
el calor
y el frío,
contra
los rayos y las olas,
la tortuga
amarilla
y plateada,
con severos
lunares
ambarinos
y pies de rapiña,
la tortuga
se quedó
aquí
durmiendo,
y no lo sabe.
De tan vieja
se fue
poniendo dura,
dejó
de amar las olas
y fue rígida
como una plancha de planchar.
Cerró
los ojos que
tanto
mar, cielo, tiempo y tierra
desafiaron,
y se durmió
entre las otras
piedras.
anduvo
tanto tiempo
y tanto vio
con
sus
antiguos
ojos,
la tortuga
que comió
aceitunas
del más profundo
mar,
la tortuga que nadó
siete siglos
y conoció
siete
mil
primaveras,
la tortuga
blindada
contra
el calor
y el frío,
contra
los rayos y las olas,
la tortuga
amarilla
y plateada,
con severos
lunares
ambarinos
y pies de rapiña,
la tortuga
se quedó
aquí
durmiendo,
y no lo sabe.
De tan vieja
se fue
poniendo dura,
dejó
de amar las olas
y fue rígida
como una plancha de planchar.
Cerró
los ojos que
tanto
mar, cielo, tiempo y tierra
desafiaron,
y se durmió
entre las otras
piedras.
Yo me llamaba Reyes…
Yo
me llamaba Reyes, Catrileo,
Arellano,
Rodríguez, he olvidado
mis
nombres verdaderos.
Nací
con apellido
de
robles viejos, de árboles recientes,
de
madera silbante.
Yo
fui depositado
en
la hojarasca:
se
hundió el recién nacido
en
la derrota y en el nacimiento
de
selvas que caían
y
casas pobres que recién lloraban.
Yo
no nací sino que me fundaron:
me
pusieron todos los nombres a la vez,
todos
los apellidos:
me
llamé matorral, luego ciruelo,
alerce
y luego trigo,
por
eso soy tanto y tan poco,
tan
multitud y tan desamparado,
porque
vengo de abajo,
de la tierra.
Poemas
de PABLO NERUDA seleccionados por Kevin Hernández
Ágape
Hoy no ha
venido nadie a preguntar;
ni me han pedido en esta tarde nada.
No he visto ni una flor de cementerio
en tan alegre procesión de luces.
Perdóname, Señor: qué poco he muerto!
En esta tarde todos, todos pasan
sin preguntarme ni pedirme nada.
Y no sé qué se olvidan y se queda
mal en mis manos, como cosa ajena.
He salido a la puerta,
y me da ganas de gritar a todos:
Si echan de menos algo, aquí se queda!
Porque en todas las tardes de esta vida,
yo no sé con qué puertas dan a un rostro,
y algo ajeno se toma el alma mía.
Hoy no ha venido nadie;
y hoy he muerto qué poco en esta tarde!
ni me han pedido en esta tarde nada.
No he visto ni una flor de cementerio
en tan alegre procesión de luces.
Perdóname, Señor: qué poco he muerto!
En esta tarde todos, todos pasan
sin preguntarme ni pedirme nada.
Y no sé qué se olvidan y se queda
mal en mis manos, como cosa ajena.
He salido a la puerta,
y me da ganas de gritar a todos:
Si echan de menos algo, aquí se queda!
Porque en todas las tardes de esta vida,
yo no sé con qué puertas dan a un rostro,
y algo ajeno se toma el alma mía.
Hoy no ha venido nadie;
y hoy he muerto qué poco en esta tarde!
Nostalgias imperiales (III)
Como viejos curacas van los bueyes
camino de Trujillo, meditando...
Y al hierro de la tarde, fingen reyes
que por muertos dominios van llorando.
camino de Trujillo, meditando...
Y al hierro de la tarde, fingen reyes
que por muertos dominios van llorando.
En el muro de pie, pienso en las leyes
que la dicha y la angustia van trocando:
ya en las viudas pupilas de los bueyes
se pudren sueños qué no tienen cuándo.
La aldea, ante su paso, se reviste
de un rudo gris, en que un mugir de vaca
se aceita en sueño y emoción de huaca.
Y en el festín del cielo azul
yodado
gime en el cáliz de la esquila triste
un viejo corequenque desterrado.
gime en el cáliz de la esquila triste
un viejo corequenque desterrado.
Bordas de hielo
Vengo a verte pasar
todos los días,
vaporcito encantado siempre lejos...
Tus ojos son dos rubios capitanes;
tu labio es un brevísimo pañuelo
rojo que ondea en un adiós de sangre!
Vengo a verte pasar; hasta que un día,
embriagada de tiempo y de crueldad,
vaporcito encantado siempre lejos,
la estrella de la tarde partirá!
Las jarcias; vientos que traicionan; vientos
de mujer que pasó!
Tus fríos capitanes darán orden;
y quien habrá partido seré yo...!
vaporcito encantado siempre lejos...
Tus ojos son dos rubios capitanes;
tu labio es un brevísimo pañuelo
rojo que ondea en un adiós de sangre!
Vengo a verte pasar; hasta que un día,
embriagada de tiempo y de crueldad,
vaporcito encantado siempre lejos,
la estrella de la tarde partirá!
Las jarcias; vientos que traicionan; vientos
de mujer que pasó!
Tus fríos capitanes darán orden;
y quien habrá partido seré yo...!
Poemas de CÉSAR VALLEJO seleccionados por Claudia Núñez
Viento de noche
El viento es un can sin dueño,
que lame la noche inmensa.
La noche no tiene sueño.
Y el hombre, entre sueños, piensa.
Y el hombre sueña, dormido,
que el viento es un can sin dueño,
que aúlla a sus pies tendido
para lamerle el ensueño.
Y aun no ha sonado la hora.
La noche no tiene sueño:
¡alerta, la veladora!
A Federico García Lorca
Ay, fuente de las lágrimas,
ay, campos de Alfacar, tierras de Víznar.
El viento de la noche,
¿por qué os lleva la arena, y no la sangre?
¿por qué entrecorta el agua cual mi llanto?
No le digáis al alba vuestro luto,
no le quebréis al día su esperanza
de nardo y verde sombra;
pero en la noche aguda,
sesgada por el dalle de los vientos
que no olvidan, llorad, llorad conmigo.
Llora, tú, fuente grande,
ay, fuente de las lágrimas.
Y sed ya para siempre mar salobre,
oh campos de Alfacar, tierras de Víznar.
A una niña chinita, en un jardín
Tiembla el jardín: se imagina
peligro que te amagara
(la rosa teme su espina,
la abeja el dardo limara),
ay, chinita, hecha de china,
venida de China para,
por diminuta y por rara,
ser puesta en una vitrina.
Y el corazón se ilumina,
fanal que te rodeara:
quisiera ser hornacina,
que ni el aire te tocara.
Que tú sólo, ausente y fina,
a Europa has venido para
—por preciosa, frágil, rara—
ser puesta en una vitrina.
Tiembla el jardín: se imagina
peligro que te amagara
(la rosa teme su espina,
la abeja el dardo limara),
ay, chinita, hecha de china,
venida de China para,
por diminuta y por rara,
ser puesta en una vitrina.
Y el corazón se ilumina,
fanal que te rodeara:
quisiera ser hornacina,
que ni el aire te tocara.
Que tú sólo, ausente y fina,
a Europa has venido para
—por preciosa, frágil, rara—
ser puesta en una vitrina.
Poemas de DÁMASO ALONSO seleccionados por Wilca
Ovando
Niña al final
Ella:
Sonrisas
no
aprendidas
chocan en
mi
granada.
Me las
hallo
en el
agua redonda
de mi pozo.
Me empino
para ser
mujer,
pero
no llego.
Ya me
subo
medias y
ligas,
ya me
bajo la falda
a la misma
cintura
de la
rodilla.
No sé por
qué me busco,
con este
afán de niño hambriento,
los senos
con los dedos.
Los
senos,
que
exigen terreno
al percal
y al
viento.
Yo les he
cobrado miedo
a los
chivos
y a los
ojos
de aquel
muchacho
de
moreneces y alargamientos
de higos
secos…
Pero los
sigo
sin saber
por qué yo…
Yo:
Tú desafías
a los limones
y a los
corazones.
Olores
Para oler
unos claveles,
este
muchacho de hinojos.
Tiros de
grana. El olor
pone sus
extremos rojos.
Para oler
unos azahares,
este
muchacho con zancos.
Espuma en
cuz. El olor
pone sus
extremos blancos.
Para oler
unas raíces
tendido
el muchacho este.
Uñas de
tierra. El olor
lo pone
todo celeste.
El pez más viejo del río
de tanta sabiduría
como amontonó, vivía
brillantemente sombrío.
Y el agua le sonreía.
Tan sombrío llegó a estar
(nada el agua le divierte)
que después de meditar,
tomó el camino del mar,
es decir, el de la muerte.
Reíste tú junto al río,
niño solar. Y ese día
el pez más viejo del río
se quitó el aire sombrío.
Y el agua te sonreía.
de tanta sabiduría
como amontonó, vivía
brillantemente sombrío.
Y el agua le sonreía.
Tan sombrío llegó a estar
(nada el agua le divierte)
que después de meditar,
tomó el camino del mar,
es decir, el de la muerte.
Reíste tú junto al río,
niño solar. Y ese día
el pez más viejo del río
se quitó el aire sombrío.
Y el agua te sonreía.
Poemas de MIGUEL HERNÁNDEZ seleccionados por Adrián
Rejos
Bujía
Sí.
Cuando quiera yo
la soltaré. Está presa,
aquí arriba, invisible.
Yo la veo en su claro
castillo de cristal, y la vigilan
-cien mil lanzas- los rayos
-cien mil rayos- del sol. Pero de noche,
cerradas las ventanas
para que no la vean
-guiñadoras espías- las estrellas,
la soltaré. (Apretar un botón.)
la soltaré. Está presa,
aquí arriba, invisible.
Yo la veo en su claro
castillo de cristal, y la vigilan
-cien mil lanzas- los rayos
-cien mil rayos- del sol. Pero de noche,
cerradas las ventanas
para que no la vean
-guiñadoras espías- las estrellas,
la soltaré. (Apretar un botón.)
Caerá toda de arriba
a besarme, a envolverme
de bendición, de claro, de amor, pura.
En el cuarto ella y yo no más, amantes
eternos, ella mi iluminadora
musa dócil en contra
de secretos en masa de la noche
-afuera-
descifraremos formas leves, signos,
perseguidos en mares de blancura
por mí, por ella, artificial princesa,
amada eléctrica.
Mirar lo invisible
La tarde
me está ofreciendo
en la palma de su mano,
hecha de enero y de niebla,
vagos mundos desmedidos
de esos que yo antes soñaba,
que hoy ya no quiero.
en la palma de su mano,
hecha de enero y de niebla,
vagos mundos desmedidos
de esos que yo antes soñaba,
que hoy ya no quiero.
Y
cerraría los ojos
para no verlo. Si no
los cierro
no es por lo que veo.
Por un mundo sospechado
concreto y virgen detrás,
por lo que no puedo ver
llevo los ojos abiertos.
para no verlo. Si no
los cierro
no es por lo que veo.
Por un mundo sospechado
concreto y virgen detrás,
por lo que no puedo ver
llevo los ojos abiertos.
Sí, reciente
No te quiero
mucho, amor.
No te quiero mucho. Eres
tan cierto y mío, seguro,
de hoy, de aquí,
que tu evidencia es el filo
con que me hiere el abrazo.
Espero para quererte.
Se gastarán tus aceros
en días y noches blandos,
y a lo lejos turbio, vago,
en nieblas de fue o no fue,
en el mar del más y el menos,
cómo te voy a querer,
amor,
ardiente cuerpo entregado,
cuando te vuelvas recuerdo,
sombra esquiva entre los brazos.
No te quiero mucho. Eres
tan cierto y mío, seguro,
de hoy, de aquí,
que tu evidencia es el filo
con que me hiere el abrazo.
Espero para quererte.
Se gastarán tus aceros
en días y noches blandos,
y a lo lejos turbio, vago,
en nieblas de fue o no fue,
en el mar del más y el menos,
cómo te voy a querer,
amor,
ardiente cuerpo entregado,
cuando te vuelvas recuerdo,
sombra esquiva entre los brazos.
Poemas de PEDRO SALINAS seleccionados por Laila
Serrokh
La verdad
en un decir.
El mundo
en un pensamiento.
no es
verdad por lo que dicen:
es verdad
por lo que callan.
Si los
silencios no hablaran
nadie
podría decir
lo que
callan las palabras.
- PERDONA
a tus enemigos.
- No
puedo –dijo el tirano
al morir-
ya no los tengo:
a todos
los he matado.
Yo puedo
decir lo mismo
que no
puedo perdonarlos
porque no
tengo enemigos:
a todos
los he olvidado.
Poemas de JOSÉ BERGAMÍN seleccionados por Paola
Turcios
2013
PIRATA
Pirata
de mar y cielo,
si no fui ya, lo seré.
si no fui ya, lo seré.
Si
no robé la aurora de los mares,
si no la robé,
ya la robaré.
si no la robé,
ya la robaré.
Pirata
de cielo y mar,
sobre un cazatorpederos,
con seis fuertes marineros,
alternos, de tres en tres.
sobre un cazatorpederos,
con seis fuertes marineros,
alternos, de tres en tres.
Si
no robé la aurora de los cielos,
si no la robé,
ya la robaré.
si no la robé,
ya la robaré.
Rafael Alberti, página 51
CUANDO ME
VAYA DE ROMA
A Ignazio Delogu
Cuando me vaya de Roma,
¿quién se acordará de mí?
Pregunten al gato,
pregunten al perro
y al roto zapato.
Al farol perdido,
al caballo muerto
y al balcón herido.
Al viento que pasa,
al portón oscuro
que no tiene casa.
Y al agua corriente
que escribe mi nombre
debajo del puente.
Cuando me vaya de Roma
pregunten a ellos por mí.
Rafael Alberti, página 102
(Poemas seleccionados por Dennis)
ADOLESCENCIA
VINIERAS y te fueras dulcemente,
de otro camino
a otro camino. Verte,
y ya otra vez no verte.
Pasar por un puente a otro puente.
—El pie breve,
la luz vencida alegre—.
de otro camino
a otro camino. Verte,
y ya otra vez no verte.
Pasar por un puente a otro puente.
—El pie breve,
la luz vencida alegre—.
Muchacho que
sería yo mirando
aguas abajo la corriente,
y en el espejo tu pasaje
fluir, desvanecerse.
aguas abajo la corriente,
y en el espejo tu pasaje
fluir, desvanecerse.
Vicente
Aleixandre, página 40
JUVENTUD
ESTANCIA soleada:
¿Adónde vas, mirada?
A estas paredes blancas,
clausura de esperanza.
Paredes, techo, suelo:
gajo prieto de tiempo.
Cerrado en él, mi cuerpo.
Mi cuerpo, vida, esbelto.
Se le caerán un día
límites. ¡Qué divina
desnudez! Peregrina
luz. ¡Alegría, alegría!
Pero estarán cerrados
los ojos. Derribados
paredones. Al raso,
luceros clausurados.
¿Adónde vas, mirada?
A estas paredes blancas,
clausura de esperanza.
Paredes, techo, suelo:
gajo prieto de tiempo.
Cerrado en él, mi cuerpo.
Mi cuerpo, vida, esbelto.
Se le caerán un día
límites. ¡Qué divina
desnudez! Peregrina
luz. ¡Alegría, alegría!
Pero estarán cerrados
los ojos. Derribados
paredones. Al raso,
luceros clausurados.
Vicente
Aleixandre, página 41
(Poemas
seleccionados por Glen)
DOS CANTARES
Las penitas de la muerte
me dan a mí que no a otro,
cuando salgo al campo a verte
con mi negro, negro potro.
me dan a mí que no a otro,
cuando salgo al campo a verte
con mi negro, negro potro.
Soledad, qué solo estoy
tan solo y en tu compaña.
Ayer, mañana y hoy,
de ti vengo y a ti voy
en una jaca castaña.
tan solo y en tu compaña.
Ayer, mañana y hoy,
de ti vengo y a ti voy
en una jaca castaña.
Miguel Hernández, página 59
QUISE DESPEDIRME MÁS,
y sólo vi tu pañuelo
lejano irse.
Imposible.
Y un golpe de polvo vino
a cegarme, ahogarme, herirme.
Polvo desde entonces traigo.
Imposible.
y sólo vi tu pañuelo
lejano irse.
Imposible.
Y un golpe de polvo vino
a cegarme, ahogarme, herirme.
Polvo desde entonces traigo.
Imposible.
Miguel Hernández, página 79
(Poemas seleccionados por Noelia)
BOTONCITO
Yo tenía un botoncito
aquí, junto al corazón.
Era blanco y pequeñito
como el grano del arroz.
aquí, junto al corazón.
Era blanco y pequeñito
como el grano del arroz.
De la luz lo defendía
en la hora del calor.
Yo tenía un botoncito
apegado al corazón.
en la hora del calor.
Yo tenía un botoncito
apegado al corazón.
Fue creciendo, fue creciendo
y mi sombra la pasó.
Fue tan alto como un árbol
y su frente como el sol.
y mi sombra la pasó.
Fue tan alto como un árbol
y su frente como el sol.
Fue creciendo, fue creciendo
y el regazo me llenó;
y se fue por los caminos
como arroyo cantador…
y el regazo me llenó;
y se fue por los caminos
como arroyo cantador…
Lo he perdido, y así canto
por mecerme mi dolor:
“¡Yo tenía un botoncito
apegado al corazón!”
por mecerme mi dolor:
“¡Yo tenía un botoncito
apegado al corazón!”
Gabriela Mistral, página 37
CORDERITO
Corderito mío,
suavidad callada:
mi pecho es tu gruta
de musgo afelpada.
Carnecita blanca,
tajada de luna:
lo he olvidado todo
por hacerme cuna.
Me olvidé del mundo
y de mí no siento
más que el pecho vivo
con que te sustento.
Y sé de mí sólo
que en mí te recuestas.
Tu fiesta, hijo mío,
apagó las fiestas.
suavidad callada:
mi pecho es tu gruta
de musgo afelpada.
Carnecita blanca,
tajada de luna:
lo he olvidado todo
por hacerme cuna.
Me olvidé del mundo
y de mí no siento
más que el pecho vivo
con que te sustento.
Y sé de mí sólo
que en mí te recuestas.
Tu fiesta, hijo mío,
apagó las fiestas.
Gabriela Mistral, página 41
(Poemas seleccionados por Justyna)
TU RISA
Quítame el pan, si quieres,
quítame el aire, pero
no me quites tu risa.
No me quites la rosa,
la lanza que desgranas,
el agua que de pronto
estalla en tu alegría,
la repentina ola
de plata que te nace.
Mi lucha es dura y vuelvo
con los ojos cansados
a veces de haber visto
la tierra que no cambia,
pero al entrar tu risa
sube al cielo buscándome
y abre para mí todas
las puertas de la vida.
Amor mío, en la hora
más oscura desgrana
tu risa, y si de pronto
ves que mi sangre mancha
las piedras de la calle,
ríe, porque tu risa
será para mis manos
como una espada fresca.
Quítame el pan, si quieres,
quítame el aire, pero
no me quites tu risa.
No me quites la rosa,
la lanza que desgranas,
el agua que de pronto
estalla en tu alegría,
la repentina ola
de plata que te nace.
Mi lucha es dura y vuelvo
con los ojos cansados
a veces de haber visto
la tierra que no cambia,
pero al entrar tu risa
sube al cielo buscándome
y abre para mí todas
las puertas de la vida.
Amor mío, en la hora
más oscura desgrana
tu risa, y si de pronto
ves que mi sangre mancha
las piedras de la calle,
ríe, porque tu risa
será para mis manos
como una espada fresca.
Junto al mar en otoño,
tu risa debe alzar
su cascada de espuma,
y en primavera, amor,
quiero tu risa como
la flor que yo esperaba,
la flor azul, la rosa
de mi patria sonora.
Ríete de la noche,
del día, de la luna,
ríete de las calles
torcidas de la isla,
ríete de este torpe
muchacho que te quiere,
pero cuando yo abro
los ojos y los cierro,
cuando mis pasos van,
cuando vuelven mis pasos,
niégame el pan, el aire,
la luz, la primavera,
pero tu risa nunca
porque me moriría.
Pablo Neruda, página 79
ZORZAL
Zorzal seguro en el jardín,
firme en los pies, ojo seguro,
oído que siente ondular
bajo la tierra las lombrices,
calzado como un caballero
con botas de piel amarilla
no necesita levantar
sus alas llenas de rocío
ni su plumaje de pimienta,
viaja por tierra y por la hierba
recorre el perfume de Chile,
el olor a trigales secos,
la sombra de las naranjas,
el aire verde de la menta
y cuando se siente agobiado
por tantos dones naturales
suspira el zorzal melancólico,
toma en sus alas la tristeza
con su guitarra vegetal
y grita con la voz del agua,
canta su líquida canción
como una gota o una uva
o una saeta que tembló
y sigue el zorzal su camino
pisando con delicadeza
el cuerpo fragante de Chile.
Pablo Neruda, página 112
(Poemas seleccionados por Diego)
TARDE ES, AMOR
VOLVÍ la frente: estabas. Estuviste
esperándome siempre.
Detrás de una palabra
maravillosa, siempre.
esperándome siempre.
Detrás de una palabra
maravillosa, siempre.
Abres y cierras, suave, el cielo.
Como esperándote, amanece.
Cedes la luz, mueves la brisa
de los atardeceres.
Como esperándote, amanece.
Cedes la luz, mueves la brisa
de los atardeceres.
Volví la vida; vi que estabas
tejiendo, destejiendo siempre.
Silenciosa, tejiendo
(tarde es, Amor, ya tarde y peligroso)
y destejiendo nieve...
tejiendo, destejiendo siempre.
Silenciosa, tejiendo
(tarde es, Amor, ya tarde y peligroso)
y destejiendo nieve...
Blas de Otero, página 56
BELLEZA QUE YO HE VISTO
¡NO TE BORRES NUNCA!
SABED que la belleza, eso que llaman
cielo, mínima flor, mar Amarillo,
ya lo he visto. No tengo tiempo. Antes
hay que poner los hombres en su sitio.
Existe el mar, las olas me lo dicen
haciéndome creer que las olvido.
No las olvido. No, no tengo tiempo
sino para dragar primero el río.
Así es la rosa, el ruiseñor así
como una flor que canta y vuela. Visto.
A otra cosa se van mis manos, mira
la paz al borde del precipicio.
Amo las nubes, las maravillosas
nubes que pasan… (Baudelaire lo dijo).
Volved la cara, están alzando un puente
para pasar el tiempo que vivimos.
Blas de Otero, página 94
(Poemas seleccionados por Olga)
SÍ, RECIENTE
NO TE quiero mucho, amor.
No te quiero mucho. Eres
tan cierto y mío, seguro,
de hoy, de aquí,
que tu evidencia es el filo
con que me hiere el abrazo.
Espero para quererte.
Se gastarán tus aceros
en días y noches blandos,
y a lo lejos turbio, vago,
en nieblas de fue o no fue,
en el mar del más y el menos,
cómo te voy a querer,
amor,
ardiente cuerpo entregado,
cuando te vuelvas recuerdo,
sombra esquiva entre los brazos.
No te quiero mucho. Eres
tan cierto y mío, seguro,
de hoy, de aquí,
que tu evidencia es el filo
con que me hiere el abrazo.
Espero para quererte.
Se gastarán tus aceros
en días y noches blandos,
y a lo lejos turbio, vago,
en nieblas de fue o no fue,
en el mar del más y el menos,
cómo te voy a querer,
amor,
ardiente cuerpo entregado,
cuando te vuelvas recuerdo,
sombra esquiva entre los brazos.
Pedro
Salinas, página 53
FE MÍA
NO ME fío de la rosa
de papel,
tantas veces que la hice
yo con mis manos.
Ni me fío de la otra
rosa verdadera,
hija del sol y sazón,
la prometida del viento.
De ti que nunca te hice,
de ti que nunca te hicieron,
de ti me fío, redondo
seguro azar.
NO ME fío de la rosa
de papel,
tantas veces que la hice
yo con mis manos.
Ni me fío de la otra
rosa verdadera,
hija del sol y sazón,
la prometida del viento.
De ti que nunca te hice,
de ti que nunca te hicieron,
de ti me fío, redondo
seguro azar.
Pedro
Salinas, página 54
(Poemas
seleccionados por Yadelyn)
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