TEXTO 1
P. ¿Ha imaginado cómo sería el mundo si esos descubrimientos se hubieran producido con la civilización, digamos, europea ya metida en la era industrial?
R. A lo mejor eso no hubiera sucedido sin los descubrimientos porque relativamente hasta ese momento de la historia Europa fue una zona muy subdesarrollada comparándola, por ejemplo, con la de China, de la India , de las grandes zonas intensamente pobladas, económicamente desarrolladas, políticamente poderosas. A través de los descubrimientos, los europeos -y España jugó en ese aspecto un papel importantísimo- lograron apoderarse de los recursos de un hemisferio que hasta ese momento no se había involucrado con la historia mundial. No sabemos cuáles fueron las raíces de la industrialización occidental, pero a lo mejor un aspecto importantísimo fue ese mismo hecho de que el Nuevo Mundo les tocó a los europeos. En el siglo XIX, cuando el mundo se ajustó y ese mundo que habitamos ahora vino a ser, tal vez el cambio más importante no fuera esa misma industrialización -aunque por supuesto tuvo aspectos importantísimos-, sino el desarrollo del continente como fuente de comida, la domesticación del medio ambiente salvaje de las praderas del norte, que entonces eran un desierto y se convirtieron en una gran fuente del recurso fundamental del ser humano que es la comida.
P. ¿Y de qué manera eso aceleró el desarrollo europeo?
R. Industrializarse es mecanizar los medios de producción, sustituir gente por máquinas. A Europa hasta el siglo XVIII le faltó gente, fue una zona del mundo menos poblada que China o la India y sigue siéndolo ahora, aunque comparativamente la diferencia era mayor en aquel entonces. Para mecanizar, para afrontar esa falta de gente hacía falta dinero y hasta la época de los descubrimientos Europa no lo tuvo. Para intentar negociar con China o con India les hacía falta oro y plata, y el Nuevo Mundo, y concretamente las zonas explotadas por el imperio español, era una gran fuente de ese tipo de riqueza, de plata sobre todo. También hay que tener en cuenta el papel de los descubrimientos en el intercambio ecológico, el intercambio de formas de vida, de plantas y animales que hasta hace 500 años habían evolucionado de manera distinta de un continente a otro. Por eso ahora habitamos un mundo ecológicamente unido, en el que puedes encontrar kiwis en Galicia y ovejas en Argentina y maíz en China y arroz en América y cacahuetes en Indonesia y aguacates y tomates en la cocina de Italia aunque son productos del Nuevo Mundo. En ese mismo contexto, todos esos productos también tenían valor, por lo que, económicamente, la apertura del Nuevo Mundo tuvo una enorme resonancia para los europeos.
Entrevista al historiador Felipe Fernández Armesto
El País, 2-4-2005
COMENTARIOLa entrevista se refiere a dos procesos históricos importantes: la época de los descubirmientos (siglos XV y XVI) y la revolución industrial (siglo XIX). Plantea que la acumulación de capital que supuso para Europa el descubrimiento del Nuevo Mundo y el apoderamiento de sus recursos sirvieron, a largo plazo, para acometer la industrialización. Igualmente nos informa del intercambio de productos, otra consecuencia de los descubrimientos que llega hasta nuestros días.
TEXTO 2
Y de nuevo Marx: “La historia moderna del capital se remonta a la creación del comercio y del mercado entre los dos mundos en el siglo XVI (se refiere al comercio entre Europa y la recién descubierta América) (…). El régimen colonial garantizaba una salida a las nacientes manufacturas, cuya finalidad de acumulación se redobló gracias al monopolio del mercado colonial. Los tesoros, arrebatados directamente en otros lugares que no eran Europa mediante el trabajo forzado de los indígenas reducidos a la esclavitud, a través de la concusión (explotación), el pillaje y el asesinato, refluían a la madre patria donde circulaban como capital”.
Desde principios del siglo XVI y en condiciones de una crueldad inconfesable, quienes pagaron con su sangre y su vida la acumulación originaria del capital europeo fueron sobre todo los hombres mujeres y africanos. (…)
En el curso de los cuatro siglos que separan el desembarco del primer barco negrero en Cuba y la abolición de la esclavitud en el último país de América, más de 20 millones de hombres, mujeres y niños africanos fueron arrancados de sus hogares, deportados más allá de los mares y reducidos a un trabajo esclavo.
A partir del siglo XVIII y en virtud del capital acumulado en las colonias, Europa pudo financiar su rápida industrialización. Pudo hacer frente al éxodo rural y operar la transformación pacífica de sus campesinos en obreros.
Jean Ziegler, Los nuevos amos del mundo
TEXTO 3
Breve historia del intercambio entre África y Europa
Nada de nuevo tenía la esclavitud hereditaria, que venía de los tiempos de Grecia y Roma. Pero Europa aportó, a partir del Renacimiento, algunas novedades: nunca antes se había determinado la esclavitud por el color de la piel, y nunca antes la venta de carne humana había sido el más brillante negocio internacional.
Durante los siglos dieciséis, diecisiete y dieciocho, África vendía esclavos y compraba fusiles: cambiaba brazos por violencia.
Después, durante los siglos diecinueve y veinte, África entregaba oro, diamantes, cobre, marfil, caucho y café y recibía Biblias: cambiaba la riqueza de la tierra por la promesa del Cielo.
Eduardo Galeano, Espejos. Una historia casi universal |
TEXTO 4
Fundación de la vacuna
A principios del siglo dieciocho, la viruela mataba medio millón de europeos por año.
Por entonces, lady Mary Montagu, la mujer del embajador inglés en Estambul, intentó difundir en Europa un viejo método preventivo, que se aplicaba en Turquía: un toquecito de pus variólica inmunizaba contra la peste asesina. Pero la gente se burló de esta mujer metida a científica, que traía supercherías de tierras paganas.
Setenta años después, un médico inglés, Edward Jenner, inoculó al hijo de su jardinero, un niño de ocho años, la llamada viruela de las vacas, que diezmaba los establos pero poco daño hacía a los humanos. Y después le aplicó la viruela mortífera. Al niño no le pasó nada.
Así nació la vacuna, que debe su existencia a un niño de la servidumbre, convertido en conejo de laboratorio, y debe su nombre a la palabra latina vacca.
Eduardo Galeano, en su libro Espejos. Una historia casi universal
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TEXTO 5
Una colonia porfiada
Pero el tiempo fue pasando y las barreras y las prohibiciones no conseguían desalojar la competencia. Medio siglo después de las máquinas de vapor y de la revolución industrial inglesa, todavía los tejedores de
Estos tozudos competidores no fueron aniquilados hasta que por fin, a principios del siglo diecinueve, el imperio británico culminó a sangre y fuego su conquista militar de casi todo el territorio hindú y obligó a los tejedores a pagar impuestos astronómicos.
Después, tuvo la gentileza de vestir a los sobrevivientes de la hecatombe. A mediados del siglo diecinueve, cuando ya los telares de
Para entonces Dacca, que el legendario Clive de
Ahora Dacca es la capital de Bangladesh, país pobre entre los pobres.
Eduardo Galeano, de su libro “Espejos. Una historia casi universal”
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TEXTO 6
Las cárceles más baratas del mundo
Franco firmaba las sentencias de muerte, cada mañana, mientras desayunaba.
Los que no fueron fusilados, fueron encerrados. Los fusilados cavaban sus propias fosas y los presos construían sus propias cárceles. Costo de mano de obra, no hubo. Los presos republicanos, que alzaron la célebre prisión de Carabanchel, en Madrid, y muchas más por toda España, trabajaban, nunca menos de doce horas al día, a cambio de un puñado de monedas, casi todas invisibles. Además, recibían otras retribuciones: la satisfacción de contribuir a su propia regeneración política y la reducción de la pena de vivir, porque la tuberculosis se los llevaba más temprano. Durante años y años, miles y miles de delincuentes, culpables de oponer resistencia al golpe militar, no sólo construyeron cárceles. Fueron también obligados a reconstruir pueblos derruidos y a hacer embalses, canales de riego, puertos, aeropuertos, estadios, parques, puentes, carreteras; y tendieron nuevas vías de tren y dejaron los pulmones en las minas de carbón, mercurio, amianto y estaño.
Y empujados a bayonetazos erigieron el monumental Valle de los Caídos, en homenaje a sus verdugos.
Eduardo Galeano, Espejos. Una historia casi universal
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TEXTO 7
Masas de personas en busca de empleo, sueldos ínfimos, trabajo femenino e infantil, largas jornadas laborales, pérdida de los vínculos sociales, falta de seguridad en caso de enfermedad, accidente y vejez y una dependencia total de los fabricantes: ésa es la imagen de la industrialización desde la perspectiva del obrero. Friedrich Engels, hijo de un fabricante alemán, observó y describió La situación de la clase obrera en Inglaterra, según el título de su libro aparecido en 1845. Engels llegó a la conclusión de que la industrialización había generado de manera irreconciliable dos clases enfrentadas: la “clase poseedora” de los burgueses adinerados, la “burguesía”, y la “clase obrera” de los trabajadores asalariados, el “proletariado”.
Manfred Mai, Breve historia del mundo para jóvenes lectores
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TEXTO 8
El 30 de abril de 1945, Adolf Hitler se suicidó. El 8 de mayo capitularon sin condiciones los dirigentes alemanes. La guerra había concluido en Europa. En el Pacífico duró tres meses más y finalizó con el lanzamiento de las primeras bombas atómicas contra Hiroshima y Nagasaki los días 6 y 9 de agosto de 1945. Aquellas armas terribles debían obligar a Japón a capitular y lograron su objetivo.
Manfred Mai, Breve historia del mundo para jóvenes lectores
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TEXTO 9
El XIX se ha considerado como el siglo de la ciencia y de la tecnología. Las máquinas, expresión del gran desarrollo tecnológico del período, simbolizaron el triunfo del saber científico y fueron tomadas por los contemporáneos como pruebas irrefutables del progreso social y civil. Las conquistas científicas revolucionaron realmente la vida cotidiana; basta pensar en lo determinantes que han sido las nuevas tecnologías para los transportes, que permitieron reducir las distancias de una manera antes impensable. El tren y los aparatos telefónicos produjeron un cambio radical en la habitual relación con el espacio y el tiempo. Las imponentes exposiciones universales representan de forma emblemática esta nueva concepción científica y tecnológica del mundo.
Durante el siglo XIX proliferaron nuevos ámbitos profesionales, como la antropología, y el hombre dominó lo infinitamente grande y lo infinitamente pequeño, llegando incluso a explorar territorios del mundo psicológico y social, y a poner en crisis los precedentes conocimientos y visiones del mundo.
Los Estados invirtieron en el sector de la investigación científica e instituyeron nuevas y numerosas facultades científicas, con la esperanza no sólo de obtener armamento para sus empresas bélicas, sino también de mejorar la salud pública y la vida en las grandes urbes.
Silvia Collini, Historia de la ciencia y de la tecnología.
El siglo de la industria
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TEXTO 10
Los años finales del siglo XVIII se denominan “era de la razón”. Estas palabras pretenden expresar cómo el pensamiento se fue liberando progresivamente no sólo de la superstición sino, también, de una fe sin crítica. El proceso iniciado con el Renacimiento y el Humanismo continuó en aquel momento con más fuerza. De Inglaterra y Francia, sobre todo, partieron corrientes intelectuales nuevas. Todas las opiniones vigentes hasta entonces sobre la religión, el Estado, la sociedad y la economía quedaron cuestionadas y fueron sometidas al juicio riguroso del entendimiento. Si algo no resistía aquel examen racional, era desechado –como se hacía en los experimentos científicos-. Según había escrito ya en 1637 el francés René Descartes en su Discurso sobre el método para el uso correcto de la razón, los únicos datos verdaderos eran los que podía reconocer el ser humano mediante su razón.
Los seres humanos no deberían dejarse tutelar por las antiguas autoridades, sino actuar de manera independiente y razonable, es decir, “ilustrada”. El filósofo alemán Immanuel Kant resumió en su famosa definición qué se debe entender por Ilustración: “
Manfred Mai, Breve historia del mundo para jóvenes lectores
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TEXTO 11
La Iglesia católica intentó impedir por diversos medios la propagación del protestantismo. En 1554 se convocó un concilio que trabajó durante 18 años en la renovación de la Iglesia católica y su doctrina. Se formularon de nuevo y con mayor claridad los fundamentos de la fe y se definieron por contraposición a las “doctrinas heterodoxas”. Los derechos y deberes del papa, los obispos y los sacerdotes fueron fijados con exactitud. Todos tenían que volver a ser servidores de Dios, y no príncipes ávidos de poder y placer; debían preocuparse más por los fieles y, sobre todo, por los pobres. La Iglesia católica quiso ganarse de nuevo la confianza de la gente y ser más atrayente. A ello habría de contribuir también la Compañía de Jesús, fundada en 1534 por el español Ignacio de Loyola. Los “jesuitas” no vivían en el retiro de un monasterio sino en medio de la gente y llegaron a ejercer una gran influencia como docentes en escuelas y universidades, consejeros y confesores de las cortes de los soberanos y misioneros. La época en que se reformó también la Iglesia católica se llama periodo de la Contrarreforma. De hecho, mucha gente no tardó en volver a la Iglesia católica.
Manfred Mai, Breve historia del mundo para jóvenes lectores
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TEXTO 12
Prohibido ser curioso
El conocimiento es pecado. Adán y Eva comieron los frutos de ese árbol; y así les fue.
Algún tiempo después, Nicolás Copérnico, Giordano Bruno y Galileo Galilei sufrieron castigo por haber comprobado que la tierra gira alrededor del sol.
Copérnico no se atrevió a publicar la escandalosa revelación, hasta que sintió que la muerte estaba cerca. La Iglesia Católica incluyó su obra en el Índex e los libros prohibidos.
Bruno, poeta errante, divulgó por los caminos la herejía de Copérnico: el mundo no era el centro del universo, sino apenas uno de los astros del sistema solar. La Santa Inquisición lo encerró ocho años en un calabozo. Varias veces le ofreció el arrepentimiento, y varias veces Bruno se negó. Por fin este cabeza dura fue quemado ante un gentío, en el mercado romano de Campo dei Fiori. Mientras ardía, le acercaron un crucifijo a los labios. Él volvió la cara.
Unos años después, explorando los cielos con las treinta y dos lentes de su telescopio, Galileo confirmó que el condenado tenía razón.
Fue preso por blasfemia.
En los interrogatorios, se derrumbó.
En alta voz juró que maldecía a quien creyera que el mundo se movía en torno al sol.
Y por lo bajito murmuró, según dicen, la frase que le dio fama eterna[1].
Eduardo Galeano, en su libro Espejos. Una historia casi universal
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